04 marzo 2019

Fuente Terdiz.



Es sábado 2 de Marzo, cuando quedamos como siempre en Los Abetos, para aprovisionarnos y tramar el plan del día, pues es cierto que la mayoría de las veces que vamos a explorar a Udías no hay un plan definido hasta ese momento. Ya sea por el curro, por el tiempo, por tantas cosas que cuando nos vemos allí siempre hay alguno que pone morritos para salirse con la suya… ese día fue posiblemente el buen tiempo el que presagiaba que alguien se haría el hurón a la hora de entrar con excusas como “bah tío, esos 100 metros de galería sin topografiar y con una escalada y enorme galería encima son pecata minuta, pufff”… exagerando el contenido por supuesto, ya que el momento es imposible de reproducir. Aun así siempre hay un plan B que satisface a todos ya que hay que decir que no le faltaban razones porque el día era espléndido, y como se empiezan casi siempre las crónicas personales de espeleo comienzo mi relato.


Un buen día en el que dos campechanos espeleólogos cincuentones llamados Manu y Josean deciden, por razones obvias de la edad, topografiar una cavidad descubierta tiempo atrás en el 2015 ya que se supone que no es muy grande y está a dos pasos, literalmente, de la carretera. Se trata de una pequeña boca que se abrió tras unas intensas lluvias y una fuerte surgencia, rompiendo un fino estrato de margas junto al río Suvia. La cavidad se llama Fuente Terdiz, que gracias a la ayuda de vecinos del pueblo que nos avisaron y se adentraron allí junto a Pelos y Jara para explorarla y topografiar parte de la recién hallada.



Aunque ahora queda en nuestras manos y nos preparamos para entrar, una vez localizada la pequeña boca, tras la cual y después de arrastrarnos sobre la rotura de piedras unos 5 metros se abre un bajo laminador de apenas 50 cm de altura y casi 4 metros de ancho. Al principio nos arrastramos evitando una húmeda charca por un costado para pasar a un suelo barroso polígonal fragmentado y nos damos cuenta que el techo es un continuo y abovedado estrato de margas sin fisuras, pensé para mí “puff, esto va para largo”. Una decena de metros más adelante dejamos de arrastrarnos sobre barro para arrastrarnos sobre piedras entre tierra seca, menos mal que está seco pero las piedras te obligan a utilizar más las rodillas y la pinta sigue parecida dentro del laminador. Al fondo se ve una elevación del terreno que parece presagiar un cambio y milagrosamente después de 50 metros de arrastrarnos nos podemos poner de pie en una rotura del estrato, pero en apenas 3 metros después nos damos cuenta que la continuación evidente es por otro laminador del mismo pelo. Pasamos a arrastrarnos por la inclinación lateral del nuevo laminador a veces de costado, como los cangrejos, buscando las zonas de techo más altas, sobre suelos principalmente de piedras, y por fin nos podemos poner a cuatro patas durante ya no sé ni cuántos metros, mirando de vez en cuando hacía adelante para ver que la situación continuaba parecida. Seguimos por el laminador que después de muchos metros en línea recta hacia el Este parece que por fin encuentra nuevos rumbos aunque la situación pasa de las cuatro patas al arrastramiento cada dos por tres y ya me empieza a agobiar la situación así que nos tomamos de vez en cuando algún respiro.


De repente y sin presagiarlo hemos salido y ya nos podemos poner de pie, la cavidad ha crecido y no me puedo creer que hayamos avanzado solo unos 100 metros, las margas han dado paso a galerías calizas zigzagueantes, que a ratos se entrecruzan con el río, para a continuación subir por un suelo barroso  y techo bajo pero sin llegar a poner las rodillas más de 10 metros. Las galerías se suceden sorprendiéndonos en cada esquina, sin un tipo morfológico determinado y difícilmente descriptibles, alguna de suelos fósiles con gours y formaciones blancas, otra tipo meandro estrecha y alta terminada en laguito de aguas tranquilas que hay que sortear por un costado para salir por un tubo cilíndrico y con el río a los pies.
 Otros tramos andando por los activos cauces del río y de repente tienes que cruzar un laminador inundado de solo 4 metros de largo, lo que faltaba arrastrarse evitando el agua sobre las rodillas, esta cueva lo tiene todo. Menos mal que, después de sacar el agua de nuestras botas, la cueva sigue sorprendiéndonos gratamente, tanto que las penurias se olvidan pasando en un quiebro entre un desfonde meandroso, unos grandes bloques horadados por el agua y seguidamente un tubo freático.





   Hacia el final el río y la galería son todo uno, saltando de orilla en orilla gracias al bajo nivel de estos días, ya que observamos que con el pequeño desnivel de esta cavidad en épocas de crecida el agua la colapsa completamente. En el último tramo la galería se divide en dos, partiendo por un lado la zona activa de río y sus aportes, que a través de estrechas galerías terminadas en caos de bloques se nota aire sobre todo en una, pero resulta impenetrable.
La otra parte es una galería elevada unos 3 metros sobre el río con poco aire y que a pesar de su tamaño de unos 5 metros de ancho por 2 de alto termina repentinamente también en un derrumbe de bloques. Llegados al final de Fuente Terdiz volveremos topografiando y disfrutando de todos los rincones sin acordarnos de que nos espera impasible el interminable laminador, que también hay que decirlo, al salir parece que se hace menos pesado.





Salimos con el sol todavía en el horizonte lo suficiente para que se reanimen nuestros maltrechos cuerpos y sabemos que ahora nos merecemos esas cervecitas y una rica cena que como siempre nos preparan en Bustablado, aprovechando estas líneas para agradecer como siempre a todos los vecinos y amigos de la zona el trato que siempre tienen con nosotros y el interés que muestran en nuestras exploraciones.

Josean

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