Hasta que paramos de andar y a mi me pareció que estábamos un poco lejos, así que dejamos las pesadas sacas y comenzamos a buscarla, yo me fui hasta tomar por culo más o menos y al regresar por un sendero que discurría más abajo de nuestro camino inicial me encontré con la “torca las lechuzas” y otra más cercana, miramos primero la sin nombre, que conseguimos destrepar con la ayuda de una cuerda a un árbol, era estrecha pero larga, con el suelo en rampa, hasta meterte debajo de la pared, donde se amontonaban piedras de pequeño tamaño sin ningún resquicio que dejara correr algún soplo, la marqué con el gps y fuimos a “T. Las lechuzas”, Manu se puso a hacer los bocatas mientras yo instalaba la bajada, aproveché un buen hierro en roca para asegurarme e instalé un parabolt casi en la vertical, me ayudé con un guarda cuerda y bajé hasta la base, caí sobre una montaña de bloques cubiertos por una frondosa capa de musgo verde y húmedo que brillaba con la luz del sol, me daba pena pisarlo aunque por suerte en poco tiempo volverá a crecer, puse la cara cerca de los huecos entre los bloques, y miraba telas de araña pero no se movía nada, bajé observando los laterales sin prisa, pero no encontré nada, así que eché un último vistazo al frondoso musgo y subí.
Arriba me esperaba bocata, cocacola y sardinas, recogí todo en la saca, hice la topo y me puse a comer con Manu. Le comenté que en el viaje que me di hacía un rato había encontrado una dolina muy grande seguida de otras más pequeñas, así que aprovechamos y fuimos mirando todo en nuestro camino, y marcando con el gps las cosas que mirábamos. Bajamos varias dolinas sin encontrar nada de interés, dedicando un buen rato. En la última dolina me quité dos asquerosas garrapatas del pantalón, todavía me pregunto qué función tendrán estos bichos en este ecosistema… Al rato volvíamos a la furgo, y al llegar al límite del “prao”, Manu comentó que José Ángel (duña) le había comentado que “allí” había una sima que según él, no había mirado nadie, “allí”, era una masa de rastrojos de 3 metros con fornidos troncos y donde no se divisaba más allá de 50 cm, así que le dije:
- Mola, aquí te espero.
Pero la misión fracasó, decidimos dejarlo para otro día, y venir con una hoz, yo para mí pensaba que mejor sería una motosierra, porque tenían unos troncos considerables, en resumen y como dirían un@s que yo me sé, rastrojos máximos o rastrojos elevados a la enésima potencia jeje que bueno…
Volvimos a la furgo y al pasar por unos rastrojos me quité del pantalón tres garrapatas más, con lo que molaba en invierno, sin este tipo de bichos… Al bajar por el camino, nos encontramos con José Ángel (Duña), que nos indicó un agujero en un prao, rápidamente me puse a instalar mientras Manu se preparaba, al llegar se puso a bajar, apenas descendió unos metros entre un silo y la pared y se metió por una grieta, al salir dijo que avanzó unos metros a rastras por piedras embarradas, hasta llegar a un sitio que se estrechaba mucho hacia arriba de donde caía agua, así que con la misma subió, hice la topo con su descripción y nos pusimos a pensar en verde, charlamos un rato con José Ángel y nos fuimos al Bar Romano a tomar unos refrigerios.
Llega el buen tiempo, los rastrojos crecen y las garrapatas también, no hemos tenido este invierno muchos días de frío en los que los agujeros y simas emanan vapor descubriendo su posición entre la maleza, pero con buenas temperaturas los soplos se hacen notar, y nosotros estaremos atentos...
La primavera trompetera ya llego...en un mes las garrapatas ya serán como conejos!!!
ResponderEliminar