Mientras en la sociedad se
abren paso el desánimo, el radicalismo, el hastío por una clase política que
solo busca el oportunismo vivimos en continua lucha mental por ocultarnos y
censurar en nuestro cerebro esos sentimientos, buscando aprender de los errores
y mejorar nuestro día a día. Es un cáncer difícil de combatir y que puede extenderse
a otras facetas de nuestras vidas, pero tenemos que ser suficientemente maduros
para erradicarlas.
En nuestras exploraciones no
siempre podemos ocultarnos entre las sombras de esos efectos negativos y cuando
encontramos una incógnita en forma de fantásticos lugares llenos de
formaciones, bellezas geológicas, rarezas biológicas o cualquier tipo de extraordinarios
hallazgos se nos presentan grandes dudas…
¿Es mejor que ocultemos esas zonas a un mundo
globalizado que no está preparado para cuidarlas?
¿O será mejor la sobreprotección de la
inestable fragilidad de un mundo que se ha mantenido a oscuras durante cientos
de miles de años?
…
El explorador en su camino
aprende a seguir las huellas del anterior para perturbar lo mínimo posible esa
fragilidad que claramente estamos rompiendo desde el momento en el que damos
luz a zonas que nunca la vieron, procurando no dejar rastros inorgánicos ni
sustancias que contaminen este ecosistema. Pero sabemos que es muy difícil no
manchar una formación en el camino, romper un frágil suelo fósil al pasar y
cuando nos dejamos llevar por el “poder del anillo” en una zona que nubla
nuestros sentidos por algo que nadie más a podido ni siquiera imaginar hay una
frase que nos viene a la mente… “Mi
Tesoro…”
Ahí empieza el debate interno
que la mayoría de los exploradores nos encontramos y que debemos mentalizarnos
y mentalizar a los demás que no somos más que meros espectadores, afortunados
por ver esas maravillas y nunca dueños ni señores de lo que descubrimos.
Vuelvo después de tiempo sin
escribir para calmar mis sentimientos sobre un tema controvertido que llevará
mucho hasta que haya un consenso sobre cómo debemos afrontar esta responsabilidad.
Ya que aún después de estudiar, topografiar y donar nuestro trabajo al
patrimonio de esta región seguimos teniendo la responsabilidad de proteger lo
que encontramos y educar a los demás en la medida de nuestras posibilidades, mientras
aprendemos de nuestros errores.
Aun así, al salir de las
penumbras la luz y los colores se abren paso y nos muestran un mundo diferente
al que abandonamos, llevamos dentro una marca indeleble que nos muestra el
camino con mayor nitidez, una marca que nos ayuda a comprender la condición
humana y a afrontar el futuro con optimismo. A todos los que llevan esa marca y
que han decidido actuar, llevando el peso de la responsabilidad al frente de
grupos, estamentos que promueven el respeto, la educación, y los valores por
los que se rige el explorador, a todos ellos…
gracias.
Nuestro apoyo incondicional.
Josean.
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