Un jueves atípico, con Santander en fiestas, nos
hace animarnos a buscar hoy una nueva entrada a la oscuridad, repasando varias
torcas encontradas en una prospección anterior (no contaré esa aventura para
dejarla en las cenas y reuniones entre risas del grupo). Así que hoy seremos 5,
y como esos librillos famosos que muchos leímos cuando éramos chiquillos nos
aventuraremos en los indómitos lapiaces del Porracolina.
Los grupos anteriores que
aquí exploraron dieron un buen repaso en este gran karst, pero es muy difícil
terminar con los cientos de torcas de una zona tan fracturada como pudimos
comprobar, puesto que las dos nuevas bocas se hallan a solo un centenar de metros
de desnivel sobre la carretera. Están totalmente limpias de marcas ni anclajes
y su boca es parecida en tamaño, de unos
3 metros de largo por 1 de ancho.
No tardamos más de quince o
veinte minutos en llegar a la primera, cuya primera estimación fué de unos 40
metros con nuestro efectivo método de tirar una piedra, aunque es verdad que
alguno le dio unos 20 más. Los voluntarios para instalarla son Manu, Pelos y
Jara, quienes se ponen a la obra al momento.
Después de repartir el material
Jordi y yo nos acercamos a la segunda que sabemos que es más pequeña y pensamos
que podíamos verla en poco tiempo. Al llegar a la cabecera observamos que el
fondo se ve a unos 10 metros y Jordi se dispone a instalar la cabecera y
descender al fondo tras 3 anclajes. Una vez abajo los dos comprobamos que el
fondo lleno de piedras se encuentra colmatado al final, sin posibilidad de
continuación, pero Jordi nota algo de aire entre unas piedras y nos ponemos a
retirar todo lo que estorba. Entre las piedras algunos huesos de cabras, como
suele ser habitual, y tras retirar unas pocas piedras aparece una gatera que
nos encargamos de despejar. Un rato más tarde se puede pasar y comprobamos que
al otro lado hay la base de una chimenea, y mirando hacia arriba se ve la luz
de la calle a la misma altura que el pozo desde el que bajamos. Sin más
posibilidades desinstalamos y marcamos esta pequeña torca.
Al mismo tiempo en la otra ya
han descendido unos cuarenta metros y el pozo continúa, así que me dispongo a
descenderla para ver qué pinta tiene. Cuando voy llegando compruebo que Pelos y
Manu ya están en la base y está claro que pasa de los 60 metros. El pozo de
unos 10 metros de largo por 4 de ancho en su zona de mayor volumen baja con
plano inclinado en sus primeros metros para abrirse, no se aprecian ventanas
hasta casi la base, donde se ve por una estrecha grieta un volumen detrás. Dicho
volumen parece un pocillo de 4 metros que creemos pueda ser la base de una
chimenea paralela. Algo curioso para nosotros es la corriente de aire que se
muestra en varias zonas y parece circulatorio entrando por la grieta del pocillo
paralelo. Dejamos la incógnita para otra ocasión y salimos topografiando el
pozo que al final nos da 75 metros y cuando llegamos arriba nuestros compañeros
han buscado un nombre para esta torca, gracias a una planta fácilmente reconocible que encontramos cerca de su boca, se llamará Torca Hipérico.
Finalmente para concluir el
día los cinco nos acercaremos a una torca conocida, llamada “El perro de
Fermín”, tras salvar el desnivel por el empinado lapiaz llegamos a su boca y
después de instalarla procedemos a abrir un poco la boca de un pozo encontrado
en su base a -40 que pensamos que puede tener unos 60 metros. Aunque la
ausencia de aire nos indica que no tiene mayor importancia preparamos el pozo
para topografiarlo. Un trabajo laborioso y poco fructífero, pero útil y que no
debemos abandonar para saber más sobre este gran karst del que esperamos
todavía gratas sorpresas.
Josean
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