20 mayo 2022

 

Fracasos y éxitos


Encuentro a Manu en Los Abetos a las diez menos cuarto desayunando. Poco después aparece Marta y pide un café.  El camarero se acerca a traerle las vueltas. Pasamos poco tiempo en el bar. Justo antes de irnos Marta compra un bocadillo.  Nos vamos a Culina en la furgoneta de Manu. Ahorramos combustible.

Ella se pone en el asiento central. La conversación gira alrededor de los años que llevamos sin verla. Un hijo de dos años, el otro se ha hecho mayor, ya tiene 12. La pandemia ha dejado su reguero en todo. Cosas buenas, algunas, cosas malas, otras.

Los preparativos son como siempre, un poco batiburrillo. Marta se ha comprado un cordino verde para los cabos de anclaje. Le ayudamos a ajustarlos. También son nuevos el croll y el puño. El perrito se acerca y tiene mucho éxito con Marta. Creo que se llama Bola, uno de ellos, porque hay dos. Se acerca tranquilo y nos husmea, ya nos conoce.

Manu transporta el taladro y la piqueta, yo las baterías y cables y Marta el resto. El tiempo está tranquilo. Al caminar y moverme por la cueva el desayuno se me hace pesado. Suele ocurrir a veces. Hay bloques que exigen subirse a ellos y luego bajarse. Resaltes para alcanzar galerías. Así pasamos la desviación al Sahara y continuamos hasta coger una desviación a la derecha. Manu duda y Marta lo llama la "eterna duda". Yo no recuerdo nada y me dejo llevar.



La ruta que seguimos hacia Cuatro Caminos no es del todo cómoda. Pero no requiere cuerda y tiene zonas con flores de yeso. Pasado este punto alcanzamos la gatera sopladora que se desobstruyó hace ya un tiempo. Luego vamos un poco más allá de la Sala de la Risa y localizamos entre bloques e incomodidades una hermosa galería -a la derecha- sólo pisada por Jordi y Manu. Unos doscientos metros más allá nos depositan en el punto de exploración.

Desenvolvemos toda la parafernalia sobre unos bloques planos que permiten una base cómoda. Sólo cabe uno en la zona de operaciones. Me toca ir a mí. Preparo una saca con todo lo necesario y me meto en la gatera. Comienzo liquidando un tabique molesto con la piqueta y sacando un bloque -semienterrado en la arena- que impide el paso. Luego el taladro entra en acción para hacer el primer agujero. El primero es un fracaso, el segundo es un fracaso, por el camino el taladro falla. Viene Manu que, a base de golpecitos, le anima a seguir haciendo agujeros. El tercero es un fracaso.  Dejamos de oír el taladro. A  veces se oyen ruidos raros.

Marta y yo cogemos el teléfono de topografía. Parecen haber llegado varios mensajes... Hacemos algunas fotos por la zona más que otra cosa por tener un recuerdo de un día tan peculiar. Cuando vuelvo a la base de operaciones aparece Manu. Se le nota bien contento pero parece cansado. Ha desobstruido la gatera cavando en la grava del suelo. Un éxito. Dice que al otro lado hay galerías. Dos éxitos.




 

Marta y yo vamos a echarles un vistazo. Justo al salir de la gatera hay una bifurcación. Yo me voy por abajo y Marta por arriba. Encuentro un galería transitable que zigzagea hasta una zona en que aparecen varias opciones incómodas. Lo dejo en ese punto y vuelvo para encontrar a Marta. Por arriba las dimensiones son algo mayores hasta un punto en que la galería se transforma en laminador. Lo dejamos ahí. Pero al volver Marta descubre en la parte alta de la galería, y sobre un derrubio de tierra verdosa, una chimenea que parece dar acceso a un gran volumen. El tercer éxito de hoy. La chimenea está semiobstruida por un bloque que la tapona. Al cabo de un rato se nos une Manu. Intenta cortocircuitar la chimenea por una gatera rampante llena de tierra. Pero el cansancio y la hora se imponen y lo dejamos para otra ocasión. Comenzamos la vuelta hacia el mundo exterior. 

En un intervalo de espera he encontrado una ruta cómoda hacia la gatera sopladora. Ahora la utilizamos para acortar la vuelta. De aquí hasta la salida se me hace tranquilo el camino. Fuera ya, el tiempo esta cálido y claro. Frente a Los Abetos probamos un bar nuevo. Es un momento feliz y relajante ante picoteo y cervezas. Tal vez aquello que permite saborear, compartir y dar mayor sentido a lo que hemos vivido explorando la cueva a lo largo del día.


Crónica de Antonio.

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