07 mayo 2018

Torca Gigarejo / Enero, Febrero 2018

En el transcurso de un invierno frío y duro, en el que las precipitaciones y la nieve hacen muy peligrosa la zona de Soba, debido a los fuertes vientos y posibilidad de aludes en las empinadas laderas del Porracolina, decidimos por unanimidad dejar descansar a la bestia y acometer exploraciones sin terminar. Con la convicción de dejar cerrados antiguos quebraderos de cabeza del pelo de… “aquella p. grieta creo que movía algo y mira en qué zona más buena está…”.

Comenzamos así la reinstalación de una torca, que aparte de la cercanía a nuestra zona de acampada, es interesante por la cercanía a Torca Urbío y sus más de 8 kilómetros de recorrido. No tardamos en preparar todo el material necesario para su instalación ya que es conocida hasta su último pozo de más de 70 metros. La aproximación hasta la boca se efectúa desde el pueblo de Bustablao (Udias) en dirección noroeste hasta alcanzar una cota de unos 360 msnm, por un monte lleno de escajos sorteados gracias a los senderos que deja el ganado.

La boca a cielo abierto se abre junto a la boca de una mina con la que llega a conectar metros más abajo, en la zona de los “Cimborrios”, grandes estalagmitas de unos 4 metros de altura en una galería terminal rodeada de coladas. El primer pozo de unos 5 metros llega hasta una base llena de bloques que tras unos metros se abre por una rampa de unos 45º hasta la cabecera del segundo p15. 
Ya en la amplia base se observa una galería que nos conducirá hasta una diaclasa desfondada en un p13, que una vez bajado se divide por un lado hacia los Cimborrios y por otro haciendo un péndulo saldremos a la continuación de la Torca.

En esta cota el aspecto de las galerías cambia mucho encontrando suelos concreccionados y abundantes formaciones, que desaparecen en cuanto descendemos por el siguiente p5 que encontramos. Llegamos a la base con goteo y se abre una gatera llena de barro por la que avanzamos, en la que se nota mucho aire, nos lleva a la cabecera del p70. Después de pasada la estrechez de la boca se recoge por completo la cuerda de 85 metros y se instala por la parte más seca, lo que no impide que en un fraccionamiento se atraviese el chorro de agua. La orientación del pozo sigue el mismo rumbo que la gran diaclasa que forma esta torca, estrechándose a medida que se desciende. 
Es muy evidente el paso del estrato de dolomías que componen la mayor parte de la sima al estrato calizo, cuyas grises paredes sin apenas aristas descienden los últimos 30 metros de este precioso pozo, en las que aparecen algunos fósiles de caracoles helicoidales de unos 20 a 25 cm de longitud.



Una vez en la base, de unos 4 metros de largo por 2 de ancho, se observa que el agua se sume por un estrecho meandrillo impenetrable, que se deshecha por no tener aire. Además en un lateral se abre una grieta desde la que se ve algo de volumen detrás, y se procede a desobstruir. Una vez abierto el paso suficiente se entra por ella, tras bajar un metro y medio se pisa sobre una base de unos 2 metros de diámetro y se comprueba una grieta en el suelo que resultará impenetrable y sin aire. Al no ver posibilidades ni ventanas superiores se decide desinstalarlo todo.

Finalmente esta revisión de la sima nos sirve para comprobar definitivamente que no hay opciones ni incógnitas, así como el curioso funcionamiento del aire que se mantiene fuerte hasta la cabecera del p70 y circula a través de una grieta que vuelve a las galerías concreccionadas del nivel de la Sala de los Cimborrios, donde se comunica con las galerías mineras.


CCES

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