11 junio 2018

Exploración y más...


Mientras en la sociedad se abren paso el desánimo, el radicalismo, el hastío por una clase política que solo busca el oportunismo vivimos en continua lucha mental por ocultarnos y censurar en nuestro cerebro esos sentimientos, buscando aprender de los errores y mejorar nuestro día a día. Es un cáncer difícil de combatir y que puede extenderse a otras facetas de nuestras vidas, pero tenemos que ser suficientemente maduros para erradicarlas.

En nuestras exploraciones no siempre podemos ocultarnos entre las sombras de esos efectos negativos y cuando encontramos una incógnita en forma de fantásticos lugares llenos de formaciones, bellezas geológicas, rarezas biológicas o cualquier tipo de extraordinarios hallazgos se nos presentan grandes dudas…

 ¿Es mejor que ocultemos esas zonas a un mundo globalizado que no está preparado para cuidarlas?
 ¿O será mejor la sobreprotección de la inestable fragilidad de un mundo que se ha mantenido a oscuras durante cientos de miles de años?

El explorador en su camino aprende a seguir las huellas del anterior para perturbar lo mínimo posible esa fragilidad que claramente estamos rompiendo desde el momento en el que damos luz a zonas que nunca la vieron, procurando no dejar rastros inorgánicos ni sustancias que contaminen este ecosistema. Pero sabemos que es muy difícil no manchar una formación en el camino, romper un frágil suelo fósil al pasar y cuando nos dejamos llevar por el “poder del anillo” en una zona que nubla nuestros sentidos por algo que nadie más a podido ni siquiera imaginar hay una frase que nos viene a la mente…  “Mi Tesoro…”

Ahí empieza el debate interno que la mayoría de los exploradores nos encontramos y que debemos mentalizarnos y mentalizar a los demás que no somos más que meros espectadores, afortunados por ver esas maravillas y nunca dueños ni señores de lo que descubrimos.
Vuelvo después de tiempo sin escribir para calmar mis sentimientos sobre un tema controvertido que llevará mucho hasta que haya un consenso sobre cómo debemos afrontar esta responsabilidad. Ya que aún después de estudiar, topografiar y donar nuestro trabajo al patrimonio de esta región seguimos teniendo la responsabilidad de proteger lo que encontramos y educar a los demás en la medida de nuestras posibilidades, mientras aprendemos de nuestros errores.

Aun así, al salir de las penumbras la luz y los colores se abren paso y nos muestran un mundo diferente al que abandonamos, llevamos dentro una marca indeleble que nos muestra el camino con mayor nitidez, una marca que nos ayuda a comprender la condición humana y a afrontar el futuro con optimismo. A todos los que llevan esa marca y que han decidido actuar, llevando el peso de la responsabilidad al frente de grupos, estamentos que promueven el respeto, la educación, y los valores por los que se rige el explorador, a todos ellos…  gracias.
Nuestro apoyo incondicional.


Josean.

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